Monday 30 May 2016

XI. Cardenal Stepinac - Ecos después de su muerte



CARDENAL STEPINAC: Mártir de los Derechos HumanosM. Landercy

INDICE

  • Prefacio
  • Introducción
  • Capítulo I: La patria del Cardenal Stepinac
  • Capítulo II: País natal
  • Capítulo III: Encuentro de la vocación
  • Capítulo IV: Coadjutor del Arzobispo de Zagreb
  • Capítulo V: Monseñor Stepinac, Arzobispo de Zagreb
  • Capítulo VI: En medio del caos de la Segunda Guerra Mundial
  • Capítulo VII: Monseñor Stepinac en la Yugoslavia de Tito
  • Capítulo VIII: Ante el tribunal comunista
  • Capítulo IX: Stepinac en la prisión y en detención
  • Capítulo X: En el ocaso de su vida
  • CAPITULO XI: ECOS DESPUES DE SU MUERTE

    Muestras universales de dolor
    La prensa mundial publicó en primera página la muerte del gran Cardenal mártir del comunismo. El Santo Padre recibió mensajes de condolencia de todo el mundo, tanto de dignatarios religiosos como de fieles.
    El 12 de febrero, en ocasión de celebrarse una audiencia general, Juan XXIII exhortó a los católicos a meditar sobre la vida y sobre la injusta condena del gran Cardenal, que había permanecido libre e íntegro antes que convertirse en el obediente servidor del marxismo. El sufrimiento de Cristo continua en sus miembros... Mons. Seper, el Arzobispo de Zagreb, recibió también telegramas desde todos los rincones del mundo, telegramas que manifestaban compasión y simpatía hacia el pueblo croata en ocasión de la dura prueba que lo golpeaba. El escultor Mestrovic envió un telegrama al cura de Krasic diciendo que el recuerdo del Cardenal Stepinac permanecería eternamente en el pueblo croata.
    En el mundo entero, en ocasión de las Misas de Requiem se rindió homenaje al Cardenal, recordando su vida, su fidelidad hacia el Soberano Pontífice y sus luchas por la libertad de la Iglesia, base de toda libertad humana y cívica. La tristeza causada por la muerte del Cardenal fue universal. Los Arzobispos de Milán, Berlín, Chicago, Nueva York, Montreal, Buenos Aires, Rio de Janeiro y de muchas otras ciudades, celebraron Misas de Requiem, con la participación de numerosos fieles.
    Estos dirigían ya sus plegarias al cardenal Stepinac como si fuera un santo. Después que sus despojos mortales fueron depositados en la cripta de la Catedral, miles de personas del país y del extranjero continuaban llegando continuamente ante su tumba para rezar allí.
    Ante la tumba de aquel que Pío XII y el Cardenal Tardini llamaron "la más luminosa imagen del heroísmo". Los débiles, los indecisos, los perseguidos iban a buscar aliento.
    Para el Cardenal Bertoli, el cardenal Stepinac era el único Obispo que él podía decir que consideraba como un santo. El Arzobispo de Zagreb, Mons. Seper, escribió después de su muerte, que parecía que su presencia estaba más viva que durante su vida; lo cual es una particularidad de los santos.
    Un colega de Aloysius Stepinac en Roma, Mons. I. M. Emmanuel, relató que su primer pensamiento al conocer la muerte de Mons. Stepinac fue: "Ha muerto un santo; todos aquellos que lo han conocido personalmente comprenden esto". Miles de declaraciones de dignatarios católicos repetían esto y hacían los mismos elogios. Así el Provincial de los Franciscanos conventuales, el R.P. Pío Polonio dijo:
    "Lo que nos consuela, es que no lo hemos perdido para siempre. Lo hemos perdido agotado y humillado, para reencontrarlo exaltado y seguramente lo veremos un día sobre los altares".
    Mestrovic, escultor de renombre mundial, hizo la siguiente declaración publicada en los Estados Unidos: "Mons. Stepinac vivió como un santo y murió como mueren los justos, fue un mártir de la verdad. Sé que todos los croatas, vivan donde vivan, sienten el mismo dolor que yo ante su muerte... Pero para el pueblo croata continúa siendo su consuelo y su ejemplo. Su muerte va a suscitar angustia en sus adversarios pues sentirán que es mucho más peligroso muerto que cuando estaba en prisión. No es Stepinac, quien por otra parte rezó por ellos todos los días, quien va a perseguirlos, sino sus conciencias que van a reprocharles la injusticia que le han hecho padecer y todas sus consecuencias...".
    En ocasión de las Misas de Requiem, realizadas en muchos países, se enviaron súplicas al santo Padre con el objeto de iniciar el proceso de beatificación de Mons. Stepinac.
    El gran amor que Mons. Stepinac tenía por el prójimo se manifestó también después de su muerte. Lo testimonian numerosas placas ex-voto, colocadas cerca de su tumba: numerosas conversiones, curaciones milagrosas constatadas por médicos y personas honorables, inesperadas ayudas en casos desesperados, desocupados que encontraban trabajo y muchas otras gracias que muestran que Mons. Stepinac no abandonó a los pobres.
    Alocución de Juan XXIII en la Misa de Requiem
    El 17 de febrero, en la Basílica de San Pedro, se celebró un oficio solemne por el descanso del alma de Mons. Stepinac, en el curso del cual el Santo Padre pronunció la siguiente alocución:
    "Señores Cardenales, Venerables Hermanos, Queridos hijos: Esta ceremonia fúnebre desacostumbrada aquí, en la Basílica de San Pedro, en homenaje a un Cardenal que no formaba parte de la Curia, en homenaje al alma bendita del Cardenal Aloysius Stepinac, Arzobispo de Zagreb, se debe a razones extraordinarias de respeto y de afección religiosa que inspiraron nuestro corazón. Esta figura simple y noble de padre y pastor de la Iglesia de Dios nos era muy querida; sus quince años de desgracias y de exilio en su propia patria y la dignidad serena y confiada de su largo sufrimiento la impusieron a la admiración y al respeto de todo el mundo.

    INDICEHOMECONTINUA


  • Capítulo XII: Algunos testimonios
  • Epílogo
  • Anexos
  • Bibliografía

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