Thursday 14 August 2014

Patricia Stambuk - Nuevo Miembro de la Academia Chilena de la Lengua

Eugenio Mimica Barassi

DISCURSO DE RECEPCIÓN
a doña Patricia Stambuk Mayorga como miembro correspondiente
en la Academia Chilena de la Lengua
Viña del Mar, 8 de agosto de 2014


    Todo un agrado y honor personal constituye recibir a la periodista y escritora Patricia Stambuk Mayorga, en esta sesión pública y solemne, en que se incorpora formalmente a la Academia Chilena de la Lengua, como su correspondiente por la ciudad de Viña del Mar.

    Una extensa trayectoria, tanto en el campo periodístico, universitario y literario, avaló su postulación, aprobada en elección unánime del 24 de marzo pasado. No podía ser de otro modo. Patricia Stambuk no es únicamente autora de libros de celosa redacción, destinados a rescatar la memoria de personas anónimas, esas que no aparecen en la nómina oficial de figuras públicas, y habitantes de territorios cuya geografía y noción se diluye en el trajín inconsciente de las urbes. Tampoco es sólo una investigadora y exploradora sentada en cómodos escritorio para referirse a esos testimonios vivos. Ha viajado y viaja, no siempre regaladamente, a lugares casi ignotos, muchos de ellos con fugaz mención y sólo por su carácter exótico, para inmiscuirse, refinada aunque directa, en el ser y hacer de aquellos seres desconocidos. Mejor todavía, ha sabido combinar en exactas medidas su profesión de periodista con su capacidad literaria. Una receta que le nace de sus aprendizajes, pero también de su innata percepción de lo correcto. No se extiende ni rellena sus escritos, pero tampoco los despojas de sentimientos y poesía. Sabe mantener los equilibrios, conoce lo que hace, y lo hace muy bien:

     Nací en medio del invierno puntarenense, al atardecer de un día en que la nieve había bloqueado la puerta principal de nuestra casa en calle Talca. Mi amiga Rosa Yagán me decía que por hacer nacido en esas circunstancias, tenía poder para pedir una nevazón o invocar su término. Hasta hoy no lo he probado, pero al menos sé exactamente cuándo se aproxima la llegada del manto blanco sobre la ciudad, por el color del cielo en el horizonte. Y no hay placer mayor que ver caer los copos gruesos, esponjosos, en una tarde sin viento, danzando suavemente antes de yacer en techos, ramas, prados y sombreros; cientos sobre cientos, miles sobre miles de grumos de frío, hasta cambiar el color del pequeño mundo de mi calle, de mi barrio, de mi pueblo.

       Nuestra académica pasó su infancia y adolescencia en la ciudad austral. Emigró de ella  para cursar estudios superiores en la Universidad de Chile. Se tituló de periodista y retornó al terruño. Allá formó su familia, nacieron sus hijos, y fue creciendo en el medio, hasta alcanzar altos grados de responsabilidades. Ya se le conocía su coautoría en la excelente obra testimonial Gracias a la vida, Violeta Parra, con ediciones en Buenos Aires, Santiago de Chile y Tokio. Así relata cómo surgió ese libro: A Violeta Parra la vi por primera y única vez en mi infancia, en Punta Arenas, cuando ella y otros artistas recorrían el país en una gira de divulgación de la cultura chilena. Fue inolvidable. Entró a paso lento en el escenario instalado en el principal gimnasio cubierto de la ciudad, y como llevaba en sus manos un instrumento que parecía una guitarra de juguete- quizás un cuatro o un charango-, el público se largó a reír, pensando, por desconocimiento, que era una broma. Se sentó sin inmutarse en una silla pequeña, que también parecía de juguete, y entonó los primeros versos de un joropo venezolano. El público se sumió en un solemne silencio, que solo fue quebrantado por la ovación que cerró su número de apertura. Una década más tarde, nos propusimos con Patricia Bravo Berli, mi compañera de estudios de la carrera de Periodismo de la Universidad de Chile, reconstruir su vida a través de testimonios de familiares, amigos y personas que la habían conocido en distintas etapas y circunstancias.

   Aquella obra fue el punto de partida. A mediados de los años 70 inició su contacto con las antiguas culturas de Tierra del Fuego, en búsqueda de las raíces como soporte de identidad comunitaria en la región. Su encuentro con Rosa Enríquez, una representante del pueblo yagán, nacida en el siglo XIX y criada en la tradición de los primitivos canoeros y residente en la Villa Ukika, isla Navarino -también conocida como Rosa Milicic, por su vínculo amoroso durante muchos años con José Milicic, un yagán adoptado y educado por un colono croata que le dio su apellido-, marcó el momento decisivo para una aventura profesional y personal. Concibió así su libro "Rosa Yagán: el último eslabón", texto clásico en la literatura indigenista chilena: Todos me conocen como Rosa, porque así me bautizaron los misioneros ingleses. Pero me llamo Lakutaia le kipa. Lakuta es el nombre de un pájaro y kipa quiere decir mujer. Así es nuestra raza: somos nombrados según la tierra que nos recibe.
  La obra mereció sucesivas ediciones en Chile, y fue traducido al inglés, al chino mandarín e igualmente al idioma croata, gracias al académico correspondiente de nuestra Corporación en dicho país, el profesor Jerko Ljubetic, especializado en literatura sudamericana y un activo seguidor de las obras de escritores chilenos descendientes de inmigrantes croatas. 

      Un largo proceso de relación y diálogo con otras dos mujeres, las hermanas Úrsula y Cristina Calderón, también descendientes de la ya casi extinguida etnia canoera, desembocó en los testimonios del libro "El zarpe final: memorias de los últimos yaganes" Premio Escrituras de la Memoria 2006. El objetivo de Patricia Stambuk fue rescatar y revelar la mirada desde dentro de aquel pueblo del confín del mundo, cuya enorme riqueza espiritual y cultural había sido aniquilada por la colonización e ignorada por la historia oficial.

      Pero cómo no recordar a nuestra académica en aquellos tiempos cuando conducía el programa magallánico de opinión radial “Micrófono 2”, junto al desaparecido periodista Fernando Ferrer, donde se desglosaba diariamente el acontecer de la actualidad política, económica y cultural, regional y nacional. Luego, como creadora y conductora de diversos espacios televisivos, de análisis y entrevistas. Enseguida reportera y redactora cultural del diario La Prensa Austral, con énfasis en la búsqueda y divulgación de raíces patrimoniales; pronto fundadora y directora de la revista AUSTRO universitaria, de la Universidad de Magallanes, destinada a divulgar la vida académica de la Corporación, y de inmediato directora de comunicaciones de la misma casa de estudios superiores; jefa de prensa en las radios Polar y Constelación; directora de radio Presidente Ibáñez y conductora en la misma de programas interactivos de entrevistas y reportajes en profundidad. Quiero detenerme en este punto. A comienzos de septiembre de 1990, en su espacio “La opinión pública”, Patricia Stambuk tuvo la buena idea de abordar el uso del lenguaje entre los magallánicos. Me invitó espacialmente al programa, junto a la participación de profesores, escritores, periodistas, locutores y auditores. La instancia logró tal éxito que debió dedicar un segundo día consecutivo al tema.

    De pronto partió de Punta Arenas para establecerse en Viña del Mar y buscar nuevos horizontes. Se la extrañó, hizo falta. Pero no vino a esta ciudad a descansar. Aquí fue redactora política de El Mercurio de Valparaíso y ejerció como profesora asociada, investigadora y directora de la Escuela de Periodismo de la Pontificia Universidad Católica de la misma ciudad, entre muchas otras actividades, sin dejar de lado su corresponsalía para el diario La Tercera, su participación como cronista en las revistas Hoy y Ercilla, y su cargo como editora de publicaciones institucionales. Y sin abandonar sus investigaciones, que la llevaron a escribir y publicar, en el año 2007, el libro “Voces en el Panteón, Historias y personajes del cementerio Nº1 de Valparaíso”.

    Por otra parte prestigiosos medios nacionales e internacionales la han tenido como autora de cometidos académicos sobre agenda, desequilibrio informativo, contenidos y dinámicas discursivas de los medios en general y de la entrevista política en particular. Así introdujo uno de sus escritos, llamado “La agenda ausente de las entrevistas a fondo en Chile”:
    Producir una entrevista relevante por sus contenidos, amena y perdurable como testimonio de un pequeño fragmento de la historia, es un ejercicio que combina oficio y azar en una proporción  impredecible. El personaje y los temas pueden ser interesantes, pertinentes  y oportunos. La documentación, adecuada. El cuestionario, profundo, exigente y aplicado con tenacidad. El tiempo, suficiente. Las técnicas, el talento y la inspiración para escribirla, de primera, pero aún así no se puede asegurar el resultado final ni el interés y la crítica del público lector.
    Al recibir a fines del año 2012 la Medalla Oreste Plath, de la Academia Chilena de Literatura Infantil y Juvenil, nuestra nueva académica correspondiente dijo con toda  calidad y calidez:
    Las palabras son semillas milagrosas que germinan a cada momento y en cualquier lugar. Y mientras brotan, adquieren consistencia, se enlazan con otras palabras y finalmente se funden con el aire, van expresando pensamientos y sentimientos interiores, mostrando a la vez, el orden o el desorden que tenemos en nuestras mentes, la simplicidad o la complejidad que nos caracteriza, la humildad o la arrogancia que nos viste, la riqueza o la pobreza de nuestro mundo interior, el lugar de donde somos… o el lugar de donde desearíamos ser. En fin. El evangelista San Juan lo dijo hace muchísimo tiempo: en el principio era el Verbo. He pasado una buena parte de mi vida disfrutando de las palabras ajenas -al escuchar- y de las propias- cuando escribo. Quiero tanto a las palabras, que a veces las regalo; por lo general, a niños y jóvenes cercanos. Si advierto cierto desánimo y falta de alegría en una adolescente, le obsequio la palabra espléndida, porque cuando uno la pronuncia, se dibuja una sonrisa en el rostro con la segunda e, y parece que nos entra ese aire purísimo del austro por la garganta. Si es un niño muy tenso, afligido con las exigencias diarias, le doy una palabra que suelen usar los rapanui: relajado. Si de pronto me siento atrapada en un lugar, en una situación, puedo invocar la palabra horizonte, porque me incita a levantar la vista y ver más allá.

    ¿Puede, después de esto, existir alguna duda de la alta capacidad humanista de nuestra nueva académica? Pero hay más. De pronto, en algún momento de su vida, sus motivaciones la hicieron saltar de las islas australes a otra isla, lejana, perdida en el océano Pacífico. De un aislamiento a otro aislamiento, como si en el fluir de sus venas viajara permanentemente lo innato de sus antecesores, habitantes otrora de la dálmata, pedregosa y poética Brac. Su interés por Pascua nació de esta manera:

   La cultura rapanui me resultaba muy atractiva, tanto por las dudas sobre el origen de sus fundadores como por su naturaleza tan distinta a las etnias americanas de Chile continental. Conservaba como un tesoro de infancia un collar con estilizados moai tallados en madera y firmado por Niko Pakarati. Una delegación folclórica rapanui había llegado a Punta Arenas en los años sesenta. Varias décadas más tarde, compartí en isla de Pascua la emoción de Ana Pakarati al ver esa joya artesanal creada por su primo, ya fallecido.

    Patricia Strambuk debió viajar muchas veces, durante los años 2007 y 2008, para entrevistar a sus testimonios vivientes. Expresa que casi siempre lo hacía en sus propias casas, y que ellos, los isleños, querían contarle lo vivido y lo sufrido, aun sabiendo que rompían ciertos códigos de silencio para algunos temas, y que sus relatos los hacían con la alegría propia de los rapanui y con la espontaneidad con que se conversa con un amigo. Así nacióRongo: La Historia oculta de isla de Pascua”, que ha merecido ya dos ediciones.

     Rongo era el calificativo que se le daba al mensajero rapanui, que llevaba y traía las buenas o malas nuevas. Rongo, o la escritura no descifrada de los isleños. También nombre que se le daba a una tablilla de madera o hueso, a manera de cuaderno de anotaciones, donde se inscribían los signos con punzones de obsidiana o dientes de tiburón.  Si se quiere traducir esa palabra significa te cuento, mensaje, escuchar, poner atención. Verdaderamente, en su libro, Patricia Stambuk nos hace escuchar y poner atención a los sucesos acontecidos en esa isla lejana, entre dos insurrecciones: la de María Angata, una misionera y profetisa lisiada y la de Alfonso Rapu, un joven de veintitrés años, que a su regreso en los años sesenta desde Chile continental después de titularse de profesor, vuelve a encontrarse con la pobreza, las humillaciones y el descontento de su pueblo:

    La mujer que comandó con la cruz y el rosario un ejército de soldados rapanui descalzos y hambrientos en 1914, arengándolos a ir por su alimento en las tierras ocupadas por la Compañía Explotadora de Rapa Nui, habría nacido en 1856 en isla de Pascua, se llamaba María Angata Veri Tahi y llevaba en su memoria de infancia la más dramática y exterminadora desgracia de su etnia.

    Es el comienzo de este libro revelador, tan revelador como todas las obras anteriores de nuestra académica. Fielmente descrito, altamente documentado. Esta historia oculta –donde lo oculto tiene que ver con todo aquello que no conviene divulgarse, lepra incluida para mantener saludable al turismo -va a perdurar para la memoria de los futuros habitantes isleños, y para mantener fresca y vigente la historia de sus antepasados.

   Nuestra académica correspondiente sigue trabajando en el tema, y sigue viajando a ese ombligo del mundo. Nuevos rongos, siempre reveladores, se vislumbran en el horizonte cercano. Es por cierto toda una autoridad en el conocimiento y la difusión de la memoria pascuense, y lo hace desde Viña del Mar, ciudad de esta quinta región a la que política y administrativamente pertenece isla de Pascua. Por todo lo expuesto, y por todo lo que en honor al tiempo no se puede exponer, coterránea y colega Patricia “Haumarú” Stambuk: seas bienvenida con tu paciencia y tranquilidad, como te bautizaron los rapanui, a esta Docta Corporación. Te recibimos como solemos hacerlo con nuestros pares, con los brazos abiertos, fraternos, confiados en que nos ayudarás a seguir dando vida, larga vida y prestigio, a nuestra querida Academia Chilena de la Lengua.

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