Tuesday 17 June 2014

34 Bosnia y Herzegovina y la Primera Guerra Mundial


Bosnia y Herzegovina


Aportes al esclarecimiento del origen de la Primera Guerra Mundial

Studia Croatica - Edición Especial
Buenos Aires, 1965

 

LA CONFESIÓN

Ivo Andric

Este cuento pertenece a la serie de narraciones que el escritor Ivo Andric, premio Nobel de Literatura para 1961, publicó entre 1924 y 1936 en tres tomos y en los que describe el ambiente católico y musulmán croata en Bosnia. La versión primicia al castellano ha sido hecha según el original, publicado en la antología de la prosa croata del siglo XX, Hrvatska Proza XX stoljeca, en Zagreb, 1943, a cargo de Milan Begovic.

ERA aun de noche cuando inició su descenso del monte el campesino Petar Llollo y helo aquí ahora esperando en el patio, desde temprana hora, que el guardián se desayune y lo atienda. No quiere hablar sino con él. Con las alpargatas endurecidas patea el suelo escarchado, sóplase las manos y espera. Hubo de aguardar buen rato para ser recibido por el guardián, fray Julián Knezevic, hombre instruido y bonachón, pero perezoso y dormilón, digno personaje de cuento. No había menester fray Julián confesar tal defecto; tan notorio, público e incorregible era. Con él, a buen seguro, se presentaría incluso en el Juicio Final, pues en este mundo no tiene juzgamiento ni remedio. Por fin, el campesino estaba ante el guardián y con sus nudosas manos arrugaba el fez y la desatada fajita. Llolloera un anciano canoso y aseado, tímido como un niño. Vivía solo en el monte. Tenía hijas, ya casadas. Viudo desde añares, no volvió a casarse. La ropa se la lavaban y remendaban sus hijas, que vivían en el pueblo. Así vivía solo, cuidaba en el monte rebaños ajenos, bajaba poco al pueblo y raras veces a la ciudad. Ahora, frente al guardián, su rostro reflejaba esa expresión propia de los campesinos, de aparente sonrisa y real perplejidad. Cada vez bajaba la vista ante la mirada de los grandes ojos del guardián que lo contemplaban con sosiego desde sus grandes, rectangulares y pálidas órbitas.
-Es, reverendo padre, digo este, digo que hay -un enfermo- respondía inseguro al gesto interrogante del guardián.
- ¿Quién está enfermo? -inquiría impaciente fray Julián, ya dispuesto a llamar al capellán.
- Pero, reverendo padre, no es, válgame Dios, un enfermo cualquiera, sino... así.
- ¿Cómo así? ¿Qué estás embrollando?
- Pues, digo, reverendo padre...-y aquí el campesino dio rienda suelta a su retenida locuacidad y espetó sin pausa.
- Está arriba, en la montaña, un haiduk[1], el Rosa precisamente y, excuso decirlo, enfermó, y como no tiene salvación vine a verlo para...
Ante la novedad el guardián no le dejó proseguir, llamó a dos frailes y ante ellos el campesino contó largo y tendido.
Ivan Rosa, entregado al bandolerismo hacía diez años y famoso en la comarca de Kresevo merodeaba en los últimos años por la Dalmacia y la Herzegovina, y acabó refugiándose en Montenegro cuando los franceses lo expulsaron de allí. Este otoño, en complicidad con unos montenegrinos, había asaltado, cerca de Sjenica, al correo francés que se dirigía a Estambul. Los franceses pedían enérgicamente la identificación y el castigo de los culpables y las autoridades turcas se empeñaron en hallar su rastro y echarle mano. Pensando que lo más seguro para él sería ocultarse en la proximidad de su pueblo natal, donde era menos probable que lo buscaran, Rosa se trasladó a Bosnia. Pero enfermó en el trayecto y ahora está allá arriba, en el monte, postrado, debatiéndose entre la vida y la muerte.


El texto completo del libro está en formato CD-ROM

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